martes, 31 de agosto de 2010

Una noche cualquiera...

Afuera algunos perros ladran. Acá hay un vacío algo extraño. Mis ideas se desvanecen y prefiero dejar caer algunas acá antes de perderlas sobre mi almohada. Últimamente he pensado en muchas cosas distintas. He pensado en lo compleja que se han vuelto las relaciones con  los otros en todo aspecto. La sonrisa se nos gasta, es verdad, sucede. Cuando uno es niño piensa que no, que será para siempre. Para siempre es un término obsoleto en estos días de mineros enterrados y leyes desafiantes.
Siento que el egoísmo y la cobardía están primando en estos lejanos páramos del mundo...o tal vez en todo el mundo, sólo que mis asimétricos ojos no alcanzan a distinguir lo de más allá.
Es triste ser adulto. Pero lo es más aún cuando debemos involucrarnos y congeniar con otros adultos que, al igual que uno, no entienden bien esto de ser adulto. Todo un dilema.
Se habla de una tal madurez, que sigue siendo aún hoy un concepto abstracto del tiempo, sujeto a los designios de cada mente en forma aislada. Ser maduro a mi juicio es algo que simplemente sucede, es un pedazo de esta torta que masticamos día a día, es un ingrediente más. Pero para otras mentes es sólo un  par de arrugas y canas que te cambian el rostro. "Pieles maduras" ostenta el frasco de crema de mi madre y yo me río al leerlo.
Sí, la madurez es tan ambigua como loa propósitos de las personas. Si hablamos de ella de manera general podríamos decir que, aparentemente, el ser maduro involucra tomarse las cosas con calma, mirar al otro con ojos de "No te comprendo pero te acepto", reflexionar sobre cada paso, medir consecuencias, y actuar en base a ello. Pero. Lamentablemente no siempre se logra, porque aunque el ser humano está dotado de la capacidad de manipular variables en lo abstracto, siempre tendrá fantasmas jalándole los tobillos al caminar al extremo de caer algunas veces.
Esta noche está particularmente tranquila. Todo duerme. Todo menos yo. A mis pies, bajo mi laptop, el fantasma de V me hace cosquillas en un dedo. trato de ignorarlo y seguir con mi escrito.
Afuera la calma me relaja. este mundo es extraño, altamente contaminante. Todo se pega, y las cosas malas son más pegajosas aún. El egoísmo y el miedo viven en mí, pero el entorno me los despierta y tropiezo.
Bueno, lo rescatable de tropezar es que uno puede levantarse otra vez.
Zzzzzzzz...

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