domingo, 23 de abril de 2017

Girasoles de óleo.


Hay algo mucho más allá de las palabras y la cognición misma. 
Existe un eje invisible que guía nuestros pasos en esta espiral desinhibida llamada existencia. 
El hermano más pequeño de mi madre ha dejado este mundo recientemente y yo me quedo con ese sin sabor de todas aquellas conversaciones diáfanas que ya nunca más tendremos. 
"Compaire Peiro", le saludaba yo en broma.
"Comaire Lola" Me respondía en el acto.
Los juegos de naipes, las tazas de té, las bromas y risas que se llevaba el viento, 
Los "almuerzos mágicos" como les llamaba él siempre y cuando cumplieran con algunos requisitos: Tallarínes blancos con bistec; pebre cuchareado; algo para beber (lo que fuera) y una buena compañía. 
Mucho discutimos, muchas veces. No le gustaba la sociedad, no le gustaba el protocolo, mucho menos la formalidad. Le gustaba en cambio, juguetear y hablar con las mascotas; pintar bajo la sombra de árboles grandes y leer a autores que le transmitieran consecuencia ideológica. 
Los artistas modernos no le convencían, a menos que fuesen suficientemente potentes y claros en sus mensajes como para despertar su curiosidad. 
Mucho discutimos... para bien y para mal. 
A veces me enojaba tanto su carácter libre de ambajes y afluente de gestos simples y despectivos, que pasaba días sin conversar con él. Nunca más de dos. 
Siempre terminábamos comentando la contingencia o alguna ideilla de soslayo que surgiera de la nada. 
Era un misántropo de primera línea.
Nunca duraba mucho en un empleo, porque los empleos intentaban encasillarlo, darle reglas o elitismos en los que no cuadraba. Era un observador de la sociedad y un critico desertor de los estatutos comerciales. 
Gustaba mucho del arte pictórico y poseía un extenso dominio de teoría y técnicas que aderezaba con ideas propias. Inventor del "óleo del pobre" como llamaba a una mezcla de témperas, cola fría y su ingrediente secreto (que se llevaría a la tumba) el cual esparcía en sus paletas y lienzos para crear ese color opaco y duradero sin gastar ni la mitad de lo que gasta un pintor corriente.
Logró engañar a más de un comprador. También logró que alguno de sus cuadros traspasara las barreras del país. 
"El pintor no pinta la realidad, pinta lo que ve" solía decirme mientras sostenía su inseparable pipa. 
Mucho discutimos. Mucho debatimos.
Me acompañó en mis tardes de niña, adolescente y universitaria. Me hizo varios regalos interesantes y útiles como buenos libros. 
Siempre incomprendido. Siempre artista. Vivió como quiso y murió como pintor, 
Tengo millones de recuerdos, millones de partituras en mi cabeza. Algunas de sus melodías de músico esporádico se quedaron para siempre en mis orejas resonando. Su sentido del humor agudo y espontáneo, una de las pocas cosas que heredó de mi abuelo, era certero y a la vez abrumador. 
Pensar en él y sentir la "nostalgia futura", como diría mi amiga Natacha, es algo que me aprieta un poco el corazón. 
Tener esa convicción de que fue tanto lo que compartimos que sabría de antemano sus respuestas ante cualquier pregunta que me surgiera, su cosmovisión y su postura irrevocable.
Girasoles de Van Gogh en esta noche algo cálida. Girasoles de óleo (óleo de verdad, eso sí) para otro artista que se va a los cielos del divisionismo.
Mucho discutimos.
¿Y ahora con quién voy a discutir?