lunes, 4 de octubre de 2010

Yuyos, Pencas, Callampas y Berros.


Mi abuela es de tiempos remotos. Tiempos de cuatreros, de matrimonios forzados, de familias numerosas y de terratenientes.
Ella nació de la unión de un cuatrero con una niña de bien, que le fue entregada en matrimonio como castigo por haberse enredado con un joven estando soltera. Este cuatrero era hijo del capataz del fundo. Y ella, señorita de la casa grande, pasó a ser una más de las inquilinas.
Tuvieron pues muchos hijos. Entre ellos mi abuela.
No eran felices. Mi bisabuelo era ignorante y celoso. Quemó sus libros, la encerró, la golpeaba muy a menudo y se enfadaba fácilmente.
Mi abuela se crió en ese entorno. Su padre escapaba por largos meses a los montes y cerros huyendo de la policía montada para bajar después a chequear sus asuntos en el pueblo. Entre ellos, sus casa, su esposa y sus hijos. Antes de partir se aseguraba de dejar otro en el vientre para luego regresar cuando ya estuviera nacido.
En esos intertantos, mi bisabuela pasaba muchas necesidades. El dinero de su empleo no era suficiente y los tiempos no daban para mejores cosas.
Mi abuela y sus hermanas niñas aún , idearon un modo de ganar dinero sin estar "apatronadas".
Recorrían los alrededores recolectando vegetales que luego vendían en el pueblo. Era una ocupación que les trajo muy buenos resultados y gratos momento al aire libre, pues lo hacían con toda la alegría y la inocencia propias de su edad. Lo hacían jugando, riendo y cantando, sin saber que su madre mientras era esclavizada por la vida y las usanzas de la época.
Mi abuela lo recuerda como una bonita época, llena de aromas y juegos. Ella amaba a su padre, porque él la tomaba en sus brazos y jugaban y reían, y siempre le traía algo de los montes...Y cuando él golpeaba a la mamá, ella se tapaba la cabeza, se hacía la sorda o salía corriendo a recolectar más Berros.