domingo, 19 de septiembre de 2010

Aires de 18.


Hoy es 19 de septiembre. Acaba de pasar la celebración del Bicentenario y me ha tocado ir a trabajar.
Accidentalmente me bajé del micro muchisimo antes de lo debido confundida por unas casas idénticas a las que debía visitar. Por un par de minutos vagué intentando reconocer el pasaje y la casa correcta pero al no lograrlo comencé a avanzar por la Avenida en busca de alguien a quien preguntar.
Unos pasos más allá, una pareja con un coche se acercaban.
- Buenas tardes, ¿podría hacerles una pregunta?-
Me miraron como si fuese predicadora, pero al ver que no sacaba ninguna Biblia ni revista de mi bolso terminaron asintiendo con la cabeza.
Pregunté por la calle de mi destino.
- Haaa no, falta harto pa' esa calle...queda a tres semáforos de acá...tome un taxi.-
- Mmm, no... creo que caminaré...-
- Noo no camine ná, hace mucha calor...si es por eso tome la micro al frente...le queda a 30 minutos si camina...-
Todo esto me lo dijeron en un tono muy amable. se veían felices y hasta me indicaron la parada de locomoción. Las celebraciones causaron un efecto positivo en su semblante.

Lo curioso comenzó a mi regreso.
Tomé el micro y me senté en el único asiento disponible. Pronto noté por qué. A mi lado había un tipo joven con un cachorro de perro metido malamente en un bolso. Estaba ebrio y no paraba de discutir con el pequeño can, que finalmente comenzó a darle mordiscos rezongando en su idioma perruno.
- Ya poh, cállate, tení' que acostumbrarte a andar en micro, yaaa, si las galletas eran un adelanto no más, no te pienso darte más...-
En el micro había un ambiente extraño. Un olor extraño, diálogos extraños. Había olor a diversos licores fiesteros pero en el comienzo de su descomposición en el organismo humano. También había mucha risa innecesaria y estrepitosa que, sumada a los ladridos del chucho hacían una sinfonía algo atípica.
Y los diálogos seguían...
- Cállate, mira como me dejaste el play tres todo aplastado...y má' encima perdí mi gorro...-
- Ooye déjame hablar poh...hablai vos no más....-
- Ya poh, déjala que hable, no veis que se trauma...-
- Habla...-
- No, ahora no quero. Me voy a tomarme este conchito que queda acá...-
- Oye ¿te gusta el Pato? tiene el medio poto...-
- Pásame ésa bolsa pa'ca -
- La micro se demoró tanto en pasar que no le pagué je je je... -
- Haa metiste la mano ahí... -
- Soy entero fome, te voy a pegarte un wate por fome... -

Y así, en ese ambiente post fiesta llegué a mi siguiente combinación de transporte. había un poco menos de gente pero el colectivo era el mismo. Risa y teatro del absurdo. Una señora mayor bastante bebida se balanceaba sentada en la parte protectora de los neumáticos. Al menos iba en silencio con la vista perdida en algún recuerdo. Miré a través del cristal y noté algo que me impresionó mucho. En uno de los sectores más bajos de la población que cruzaba el micro en ese momento había un paradero completo, es decir no le faltaba ni el asiento ni el cesto de basura. Cavilé unos segundos pero no demasiados porque la respuesta estaba ahí mismo. Todo allí estaba pintado de blanco y negro. Los colores de Colo colo, el "equipo que ha sabido ser campeón" según dice su himno futbolero. Claro, el respeto no es hacia el bien común del barrio, sino hacia los emblemas del mentado equipo.
Creo que cada paradero de esta ciudad debería ser pintado de blanco y negro para generar este absurdo conductismo tácito urbano.
Finalmente llegué a casa y me desparramé sobre un sillón.

martes, 14 de septiembre de 2010

Sueño Burtoniano.


El cielo es gris. El piso también. Todo parece calmo en este extraño mundo hecho de figuras que se recortan y se entrelazan en una suave armonía gótica.
A lo lejos casas y edificios de los que sólo distingo la forma en negro. Son de distintos tamaños y algunos tiene puntas filosas o cosas que se enroscan en antenas largas y chuecas.
Hay una fuente. En ella un líquido verde algo transparente escurre con un cantito alegre. No huele a nada. Me sorprendo a mí misma esperando oler algo apestoso, ya que las personas solemos asociar los líquidos verdes con hedores.
El camino es pedregoso. Al fondo, al final de la ciudad, se distingue un gran castillo. Vincent vive en él, lo sé, custodiado por el dinosaurio gigante y el robot que prepara galletitas y desayunos. Ese robot es especial. tiene corazón. y de los grandes...
Vincent se lo pasa en la ventana, contemplando la ciudad quieta. Quiere salir de ahí pero está aterrado. Le teme al mundo. al robot, al dinosaurio, a la gente de la ciudad. Teme no ser capaz de vivir fuera de ese castillo.
Lleva años allí porque siendo muy joven entro a explorar y se encontró con el dinosaurio que le invitó a quedarse. Todo era grato allí. Un par de años después apareció el robot y la vida transcurrió normal y en paz...
Me encuentro en los alrededores del castillo. Llevo un vestido blanco. Observo el entorno.
- Hola...- me dice alguien a mis espaldas.
Volteo y me encuentro con una especie de ciempiés anaranjado con sombrero de copa. Tiene ojitos como de gato y unos dientecillos puntiagudos se asoman en su boca.
- ¡Hola!- respondo algop confusa. Nada en ese mundo me parece raro.
A mis pies un gato negro da vueltas con sigilo. Es de pelo corto y muy delgado.
Siento que ya he visto suficiente. Que es hora de partir. Corro hacia el cantillo, atravieso el jardín de figuras y pego mis manos en el ventanal. Del otro lado Vincent me imita. Nos miramos un par de segundos y me marcho.
Avanzo hasta la fuente de agua verde y doy un suspiro. Entonces siento que me deshago en polillas grandes mientras abro los ojos y me veo en mi cama.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Tarde de sábado.

Hay un olor festivo en el ambiente. En la casa de enfrente se oyen los niños y una tropical percusión adulta de cumpleaños infantil: Ivonney está de "cumple". Cumple 6 años y ni siquiera se imagina que al intentar irse a dormir, los adultos comenzarán su proia fiesta con estruendos de bongoes, una buena parrilla repleta y bastante alcohol.
Sí, ésta será una noche larga. Pero a la pequeña parece no importale, rodeada de amigos, regalos y dulces. Probablemente termine durmiéndose en algún sillón aturdida por el ruido festivo.
Y acá, en mi casa, la noche será larga. Tendré que decirle a mi madre que veamos alguna película o que lo intentemos al menos. También compraré algunos comestibles para pasar el tiempo. Es mejor pasarlo rumiando comida que ideas extrañas. ¿O no?
En todo caso, no es sólo la casa del frente. Es el aire... parece impregnado de fiesta. Debe ser porque se acerca el aniversario de la patria, y todo el mnudo está juntando alegría y dinero para celebrarlo "como Dios manda". Pero, ¿ Cómo manda Dios eso? Me resulta extraño imaginarlo.
¿Se referirá ese dicho a comer cordero y leer las Escrituras?
No me imagino a mis compatriotas leyendo la Biblia para el 18...aunque con lo cambiado que está el mundo, quien sabe.
En las calles niños y volantínes, en mi casa relajo sabatino. Y una larga noche por venir.