martes, 12 de noviembre de 2019

ANIVERSARIO. (Versión completa de texto contribución a la facultad de arquitectura de la Universidad de Chile para campaña contra el estado de excepción)



Y de repente todo cambió.
Ese miércoles 16 de Octubre del 2019 celebraba mis 10 años en el ejercicio de la pedagogía en inglés.
Me dirigí a la facultad de arquitectura temprano. Tuve una amena clase. Les regalé a mis niños unas malvas para comenzar mi auto-celebración de la primera década enseñando. Estaban emocionados.
 (Para mí siempre serán niños)
Dejé la facultad alegremente y me dirigí a mi encuentro con el  hombre que ha robado mi corazón desde hace tiempo.
Caminamos por la Alameda largamente conversando de muchas cosas. Entre ellas, la desigualdad, el rol de las universidades, la inmigración, la diversidad sexual, las pocas mejoras que nuestra sociedad ha tenido en años, lo difícil que es para miles salir adelante cada día. Buscamos culpables, tratamos de pensar en soluciones.  A nuestro alrededor, las calles tranquilas llenas de vendedores ambulantes, de gente apurada,  de artistas, parecían armonizar con nuestra plática. Visitamos el persa que está cerca del Santa Lucía. Cotizamos instrumentos musicales, admiramos pinturas.
Finalmente regresé a mi última jornada de clases a las cinco. Nos despedimos con muchos y largos abrazos. Quedamos en vernos otra vez, pronto. Tal vez para comprar algún instrumento de percusión. Una alumna me había traído flores. En la casa mi madre y hermano me hicieron una once tardía especial. ..

Dos días después todo cambiaría. Ese miércoles sería el último día en que viera Santiago de la forma en que lo conocía.
Los estudiantes empezaron, dicen.
Fue por treinta pesos, dicen.
Sucedió. Lo que algunos pocos visionarios habían vaticinado. El pueblo chileno  comenzó a manifestarse en las calles después de tantos silentes años de tolerancia.
Poco a poco, se fueron sumando más y más personas hasta que el país entero vibró al sonido de las cacerolas y los cánticos clamando justicia e igualdad.
Día a día y de mil formas. Con cantos, bailes, disfraces,  desnudos, pintados, coloridos o grises Ya no hubo más silencio.  La herida que mi patria llevaba tan profunda heredada de la triste y tiránica dictadura se estiró y la costra cayó. Y un hilillo de sangre brotó de ella. Volaron los elementos en las calles. El fuego, el humo, el agua sucia y el clamor de cientos y miles de voces.
Y entonces, como tratando de desviar un río con una improvisada barrera, el gobierno proclama toques de queda y estado de excepción. Y el presidente aparece en los medios declamando contra su propio pueblo. Hablando de guerra y de represión necesaria.
Las calles se llenen de tanques y soldados.
Las noches se vuelven día iluminadas por las barricadas y a los cantos de cuna para niños se suman los alaridos de cientos de civiles torturados y violentados en su dignidad y en su derecho a decir basta.
Y mientras la ciudadanía va abriendo los ojos a la cruda verdad de que nuestros líderes han llevado por décadas el mismo tatuaje explotador bajo diferentes máscaras de diversos colores a las que llaman “partidos” y de que,  luego de intensos debates, toman sus manos bajo las mesas y tras las cámaras; decenas de globos oculares estallan bajo perdigones y balines policiales.
Y el hilillo de sangre se vuelve torrente.
Y el torrente trae consigo más adeptos, más ideas y menos  indulgencia.
Y de pronto, bajo la mirada atenta del resto de Latinoamérica, el estado de excepción cesa. La medida de amedrentamiento ha fracasado. El pueblo chileno no está asustado.
El intento de crear una falsa imagen de desabastecimiento también fracasa.
Ahora la gente regresa temprano a sus casas, se reúnen en las plazas a ver a sus hijos jugar y dialogan sobre política. Porque ahora se sienten parte de la política.

El planteamiento de una nueva constitución toma más y más fuerza y no saldrá de las retinas. De las retinas que van quedando, El libro constitución de 1980 de pronto se vuelve el más vendido, Los almacenes de barrio, ferias y persas se convierten en los preferidos para comprar, Las personas se ayudan y apoyan durante las marchas, Los vecinos se organizan en cabildos abiertos para al fin planificar, Las barras deportivas se cuadran para impedir que el deporte desvíe la atención, Las universidades estatales trabajan sin descanso para proponer soluciones al gobierno y para ayudar desde sus distintos campos de acción.
Cada día hay nuevas marchas y paralización de diversos sectores.
No sé cuánto dure esto.
Tampoco sé cuándo volveré a caminar por la Alameda de un Santiago tranquilo.
Sólo tengo la certeza de que Chile jamás volverá a ser el mismo. De que dos días después de mi primera década enseñando inglés, mi patria comenzó a sangrar, a doler y ahora debe levantarse.



domingo, 30 de diciembre de 2018

Un Silvestre Colgando Del Tejado.



En esta noche cálida de Diciembre se vislumbra sobre el eje del tiempo un raído deseo de volcar algunas letras sobre este espacio incierto de contrastes cibernéticos. Un olor festivo inunda el ambiente. Afuera, las familias se preparan para una nueva celebración de año nuevo o, como le llaman en Alemania, de San Silvestre. (mi mente divergente no puede evitar visualizar por unos segundos a un montón de alemanes felices en torno a alegorías del gato de Looney Tunes, sabiendo que está lejísimos de referirse a aquél minino)
Este San Silvestre, al igual que ha sucedido en estos últimos tres años, traerá consigo algunas diferencias. Pero esta vez las diferencias no me afectan a mí. Me rodean.
Los años anteriores mi festividad se tornaba reflexiva en base a lo realizado, lo pendiente, lo proyectado y lo perdido, mientras que hoy; viñetas de proyectos y giros de reloj de mi entorno, me marean y confunden. Nunca he padecido de aquella necesidad de control que poseen ciertas personas, tampoco requiero demasiado tiempo o visceralidad para tomar decisiones importantes: Reflexiono lo suficiente, evalúo, tomo cálculos y me precipito. Así funciona mi existencia. Ahora, no obstante, dentro de mis cálculos, siempre está la posibilidad de perder o de transigir.
En mi entorno, en cambio, todo parece dar vueltas en un eje de emociones contradictorias, espejos sucios, café frío, ropa clasificada, cartas, deudas y un sinfín de dimes y diretes que parecen tener una trayectoria circular. Y sin embargo un eje concreto. Todo está claro. Todo está dicho, pero en el infinito poder del lenguaje, sigue existiendo la sempiterna posibilidad de extraer más. De herir más. de sofocar más. De expulsar más. Esconjurar como dicen en portugués.
Cada nuevo paso, un torrente de nuevas palabras. Ríos y volcanes que confluyen.
Y este nuevo trópico que crece en el lugar que llamo hogar, comenzó este pasado miércoles con la repentina y acordada decisión entre mi madre y su marido de divorciarse. Y al igual que en los libros de historia que pueblan los estantes, ha comenzado el proceso de re estructuración y división de todo.
Ojalá dividir emociones e ideales fuese tan simple como repartir muebles.
El festival de orgullos y lamentaciones da por iniciada su temporada alta por acá. En plena víspera de año nuevo.
Y yo, silente, tratando de ocupar el más mínimo espacio. De hacer el menor ruido posible. De existir dentro y fuera del eje a la vez, contemplando la jungla que se esparrama en los sillones, en el piso de la cocina y repta por las paredes tratando de meterse en los cajones que ahora se dejan con llave.
Una guerra sin guerra.
Me siento paralizada en medio de un carrusel que gira con una música lenta y febril. A ratos agradezco no ser parte del movimiento ni de la selva, aunque a veces deba cortar alguna rama para poder pasar. Toda una "Barbara Blade" sobre poleas y lianas. Y acá debo estar. Algo en mis entrañas (la sangre tira, dice el conocimiento popular) indica que debo estar ahí por si se me necesita para apoyar...¿En qué? Lo ignoro. Pero algo habrá que se pueda hacer, aunque sea servir un poco de té o llenar cajas.
Y mañana se viene San Silvestre en casa de mi abuelita con demencia que, hoy ha pronunciado su nutrida sentencia de madre y abuelita con demencia: "Bueno... No es la primera ni la última que se divorcia". Un rayo de luz en medio del caos.

Mientras tanto los medios locales hablan del festejo, de la posibilidad de prohibir la pirotecnia masiva en pro de los animales domésticos y los niños con autismo; de lo difícil que es y será limpiar la sangre mapuche del comunero asesinado de los estandartes del orden, la justicia y la patria. (aún no inventan un quitamanchas hecho de amnesia, me temo); del accidente casero que tuvo Lucía Hiriart, viuda del dictador Pinochet y uno de los pocos símbolos humanos vigente tras el "retorno de la democracia", que, a mi parecer, es una prueba fehaciente más de lo bien que funcionan los sistemas de salud privados. De atenderse en el Sótero, este longevo emblema político, estaría igual de cómoda que ahora, pero reposando dentro de su ánfora sepulcral.

Mañana se vendrán los saludos masivos hipócritas de red social. Las flores tipo gif, los etiquetados "en patota", los abracitos furtivos y esa alegría anestésica momentánea de una noche.
Porque tú lo vales.
Porque el pueblo lo merece.
Y por qué no decirlo, porque es una instancia más para compartir afectos. Afectos auténticos, claro, los demás, son como guirnaldas biodegradables en un patio cualquiera.
Y el martes a recoger y a descansar para continuar los procesos ya comenzados por todos. Me incluyo. Dejaré que el carrusel se vaya apaciguando, y que la selva se despeje hoja a hoja, gota a gota, piedra a piedra.
Más que mal, no es la primera ni será la última, ¿Verdad?
Aunque este año el gato Silvestre cuelgue del tejado.








miércoles, 3 de enero de 2018

Y un nuevo ciclo comienza...


"Cuando el pescador no puede salir de pesca, permanece en su hogar,  reparando sus redes"
Así reza un antiguo consejo proveniente de la cultura egipcia. 
Así comienza para mí, y para muchos, creo yo, este nuevo año 2018. 
Las cosas están siempre en movimiento. las cosas y las personas. He visitado a mis amistades, renovado mi guardarropa, tomado algún helado en solitario y caminado lento en una ciudad acelerada y atestada de gente. Es pronto para mí. es pronto para salir al mar. 
Y mientras yo me dedico a mis reparaciones internas, la sociedad en que vivimos no da tregua a sus propios récords: personas rayando el metro y dejándose grabar y odiar por los pasajeros; Youtubers ingresando en el bosque del suicidio en japón para fotografiarse junto a un cadáver; un ex presidente, bien conocido por sus niveles de frialdad social y temas bancarios reelecto por un electorado temeroso de aquello que desconoce. (Una duda es mucho más poderosa que una verdad) Una campaña de terror bien elaborada con argumentos sencillos y tajantes. 
La tecnología nos ha traído unos disgustos con surtidos sabores y colores. Algunos de ellos incluso con olor. El olor a decadencia de una sociedad que en algunos puntos está ya podrida. No se trata de una manzana sino de millares de ellas. La desinformación de medios masivos, la prostitución ideológica, que suele ser más cruenta que las de otros tipos. la retroalimentación de la falsedad para lograr fuerza social y aprobación  de masas; los inventos de la pseudo ciencia en pro de lucro; mientras la verdadera ciencia combate enfermedades incurables y se desenvuelve en el silencio y el anonimato de laboratorios maltrechos y faltos de recursos. 
Esa es mi sociedad... La que todos construimos con nuestro actuar diario. la que se mueve como una marejada que retrocede y avanza, salvo que esta marejada no es impulsada por fuerzas naturales sino por el interés de unos pocos, que dirigen y re dirigen las directrices de las leyes y del orden. 
Y la ciudadanía, inmersa en la tecnología, consume a diario todo lo que le quieren inculcar. como un obediente hijo que traga todas sus pastillas antidepresivas, sin tener depresión, para que sus padres vivan más tranquilos sin el peso de sus travesuras y su inquietud innata. (heredada de ellos, por cierto) La causa y el efecto, mezclados en un constante vaivén que, muy de vez en cuando, invierte los roles. 
Y las personas no miran al titiritero. Ni siquiera miran las cuerdas, sólo ven a los títeres danzando, entreteniendo y declamando sus planteamientos. 
Es más fácil tener una conciencia dormida e inerte que reflexiva y defensiva. Es más fácil digerir contenido que buscar las fuentes, comparar, pensar, hilvanar ideas propias...y en base a esas ideas seguir construyendo un lugar mejor para vivir. Para las masas, para los tuyos y para los míos. 
Y acá estoy, con las manos en la cintura, observando el mar...porque aún no puedo salir a pescar. 
Pero cuando salga, de seguro no será para estacionarme en la orilla, sino para llegar tan lejos como pueda, según el favor del viento y de mi porfía. 








sábado, 25 de noviembre de 2017

Cambios.


Y los cambios llegan para quedarse.
De pronto, no lo percibes y estás inmerso en una vorágine de ideas, plazos, metas, personas que requieren de tu atención más todos tus yo internos clamando por un poco de aire, porque cuando se viene la ola mutante, no tienes tiempo para esos yo internos y te lo pasas haciéndolos callar y apaciguándolos con "agüita perra" (de limón para mí, por favor).

Las personas optimistas solemos pensar que todo es temporal, especialmente lo que no nos gusta, no obstante, tratamos de animar al resto a ver si algo de ello nos salpica un poco. Como cuando riegas el jardín en un día de calor e intentas que el agua te llegue disimuladamente.

El amplio espectro de ideas de una persona como yo, no facilita las cosas. Trato de proyectar, pero mi proyector está averiado ya que algunas piezas han sido prestadas a mis seres queridos, o sea, no puedo poner alfileres de plan sobre una hoja ocupada y/o con trozos faltantes. Todo parece disiparse muy rápido. La gente parece no entender que sin equipo no hay progreso, hay desgaste: y que el desgaste genera agotamiento y malas decisiones.
El tiempo pasa a velocidad de taco carretero y en ocasiones parece detenerse por completo.
Los altibajos del día a día más ese sabor a incertidumbre se mezclan con la sonora vitalidad de las pequeñas alegrías cotidianas.
Ahí vamos otra vez, a cambiar nuevamente.
Y ahí vamos otra vez...resistiendo, aunque sólo sea un asunto temporal de tiempo incierto.



domingo, 23 de abril de 2017

Girasoles de óleo.


Hay algo mucho más allá de las palabras y la cognición misma. 
Existe un eje invisible que guía nuestros pasos en esta espiral desinhibida llamada existencia. 
El hermano más pequeño de mi madre ha dejado este mundo recientemente y yo me quedo con ese sin sabor de todas aquellas conversaciones diáfanas que ya nunca más tendremos. 
"Compaire Peiro", le saludaba yo en broma.
"Comaire Lola" Me respondía en el acto.
Los juegos de naipes, las tazas de té, las bromas y risas que se llevaba el viento, 
Los "almuerzos mágicos" como les llamaba él siempre y cuando cumplieran con algunos requisitos: Tallarínes blancos con bistec; pebre cuchareado; algo para beber (lo que fuera) y una buena compañía. 
Mucho discutimos, muchas veces. No le gustaba la sociedad, no le gustaba el protocolo, mucho menos la formalidad. Le gustaba en cambio, juguetear y hablar con las mascotas; pintar bajo la sombra de árboles grandes y leer a autores que le transmitieran consecuencia ideológica. 
Los artistas modernos no le convencían, a menos que fuesen suficientemente potentes y claros en sus mensajes como para despertar su curiosidad. 
Mucho discutimos... para bien y para mal. 
A veces me enojaba tanto su carácter libre de ambajes y afluente de gestos simples y despectivos, que pasaba días sin conversar con él. Nunca más de dos. 
Siempre terminábamos comentando la contingencia o alguna ideilla de soslayo que surgiera de la nada. 
Era un misántropo de primera línea.
Nunca duraba mucho en un empleo, porque los empleos intentaban encasillarlo, darle reglas o elitismos en los que no cuadraba. Era un observador de la sociedad y un critico desertor de los estatutos comerciales. 
Gustaba mucho del arte pictórico y poseía un extenso dominio de teoría y técnicas que aderezaba con ideas propias. Inventor del "óleo del pobre" como llamaba a una mezcla de témperas, cola fría y su ingrediente secreto (que se llevaría a la tumba) el cual esparcía en sus paletas y lienzos para crear ese color opaco y duradero sin gastar ni la mitad de lo que gasta un pintor corriente.
Logró engañar a más de un comprador. También logró que alguno de sus cuadros traspasara las barreras del país. 
"El pintor no pinta la realidad, pinta lo que ve" solía decirme mientras sostenía su inseparable pipa. 
Mucho discutimos. Mucho debatimos.
Me acompañó en mis tardes de niña, adolescente y universitaria. Me hizo varios regalos interesantes y útiles como buenos libros. 
Siempre incomprendido. Siempre artista. Vivió como quiso y murió como pintor, 
Tengo millones de recuerdos, millones de partituras en mi cabeza. Algunas de sus melodías de músico esporádico se quedaron para siempre en mis orejas resonando. Su sentido del humor agudo y espontáneo, una de las pocas cosas que heredó de mi abuelo, era certero y a la vez abrumador. 
Pensar en él y sentir la "nostalgia futura", como diría mi amiga Natacha, es algo que me aprieta un poco el corazón. 
Tener esa convicción de que fue tanto lo que compartimos que sabría de antemano sus respuestas ante cualquier pregunta que me surgiera, su cosmovisión y su postura irrevocable.
Girasoles de Van Gogh en esta noche algo cálida. Girasoles de óleo (óleo de verdad, eso sí) para otro artista que se va a los cielos del divisionismo.
Mucho discutimos.
¿Y ahora con quién voy a discutir?



sábado, 17 de septiembre de 2016

De los momentos de estancia.


Es 17 de Septiembre. Las calles se desdibujan a través de paisajes que remueven sus colores en infinita condescendencia con el sol.
El pasto rebosa de mordiscos del tiempo y los gatos sobre los tejados y en las rejas reposan un acabado Agosto de ajetreo.
En las radios circundantes suenan melodías de paso, de postal, de tarjetita tipo "gif". Mis pasos resuenan en el pavimento como crujidos de ripio aplastado por troncos desafiantes.
Chilenidad. ¿ Qués es eso? Reflexiono mientras contemplo el cielo escaso de nubes y de brisa; mientras reconstruyo en mi mente los retazos de noticias que recolecto a diario en los medios.
Jubilación paupérrima, alto al rodeo, las fondas veganas, los rituales a mártires de conductores ebrios, los adolescentes del mundo desechable...
Y mi libertad termina donde comienza la de mi vecino, ese, el de la música postal...Y la libertad de los veganos termina al borde de las parrillas de más de la mitad del país... Y la libertad de los adultos mayores concluyó mucho antes de que jubilasen... pero aún así, termina en el doblez de los bolsillos del acaudalado ejecutivo gerencial de las AFP.... Y los mártires, ya no pueden clamar por su derecho a transitar por una vereda sin ser reventados contra una pared por un conductor mareado y acelerado que logra su minuto de éxtasis arcade... Y los animales del rodeo pastan en paz, sin pensar ni sospechar que serán llevados al coliseo donde la clase acomodada se beberá unos traguitos a su salud mientras un caballo "manda'o" lo aporrea.
¿Es eso la Chilenidad?
En otros lugares habitan personas sencillas y tranquilas que se regocijan con servir y compartir con otros conciudadanos, como el encargado del local de almuerzos que está a pasos de mi trabajo, que ayer se acostó cansado y exhausto sólo por haberse multiplicado y generar con sus manos, doscientas empanadas y tres ollas de almuerzos, para no "dejar bota' a la gente que viene pa'cá".
O los artistas callejeros y no callejeros que llevan y traen magia donde sea que se instalen, que con sólo verlos ya te alegran la existencia.
Los conductores alegres... (no borrachos)
Los feriantes risueños...
Los profesores de verdad... (mi gente)
las vendedoras de pancito, tortillas y dulces...
Los jardineros que respiran el rocío...
Los estudiosos que estudian...

Las particulas de arena que forman la playa, eso es cada ciudadano y el espíritu colectivo abrazado por la vida que es el mar, incierta y cadenciosa. Fugaz y potente.  Calma y tan viva a la vez, incluso en llamas.

Y bajo ese cielo azul casi vacío de nubes y con esa música postal de fondo, recorro mis pisadas, pensando, maquinando, cómo intervenir...interferir...
Llego a casa y tomo mis palabras, canto, escribo, y me proyecto para una nueva vuelta de este ciclo sin fin inserta en esta polis-playa de colores y paisajes.







domingo, 15 de febrero de 2015

El perdón de la Serpiente. (Cuento de Graneros)


Mi abuela creció en el pueblo del Graneros, hacia el sur de la Región Metropolitana de Chile. Muchas historias se contaban en esos años, donde no había televisión y donde las personas construían su cognición, en parte, a través de la tradición oral.
Una de las las historias que más llamó su atención de niña fue la que le contó su padre cuando, un día, al remojarse los pies en un canal, su pierna fue abrazada fuertemente por una serpiente que pasaba por ahí, causándole un tremendo susto, que le dejó como recuerdo un gran temor hacia estos animales.
La historia dice más o menos así:

Hace muchos muchos años, vivió en el pueblo de Graneros, un hombre joven, cuyo pasatiempo era recorrer el bosque en busca de plantas y frutas. Cada momento libre lo pasaba allí, encantado por las bondades de la naturaleza. Cierto día y luego de haber llenado un canasto con sus hallazgos, notó que algo se deslizaba por el pasto. Al voltear, puedo ver a una pequeña serpiente amarilla y gris que le observaba con sus ojillos brillantes. Al principio tuvo miedo, pero luego se dio cuenta de que se trataba sólo de una cría y que, claramente no deseaba lastimarlo. Se acercó sigilosamente y le habló con voz suave. La serpiente seguía observándolo y parecía hipnotizada.
El joven regresó a casa, trayendo sus cosas y pensó que sería interesante tener una serpiente como mascota, o mejor aún, como amiga de la naturaleza. Al día siguiente regresó al mismo lugar y una vez más, la pequeña serpiente apareció y le observó.
Así transcurrieron varios días y cada vez que el joven llegaba a ese lugar, la serpiente se acercaba a él para observarlo y oír cómo le conversaba. Un par de meses más tarde, el joven, ya confiado, la puso en el canasto y se la llevó a su casa.
La serpiente parecía tener una gran inteligencia pues se convirtió en su fiel compañera. Lo seguía a todas partes, dormía a los pies de su cama y sólo salía de la casa para cazar su alimento. Por su parte el joven sentía un verdadero afecto por ella y se sorprendía de lo fácil que se había adaptado a todo y cómo era ya casi doméstica. Casi.
Pasaron dos años y todo seguía igual. La gente del pueblo comentaba que el joven estaba algo loco, o debía estarlo, para tener un animal salvaje como ése en su propia casa. Pero como no causaba daño a nadie, terminaron acostumbrándose a la idea.
La serpiente había crecido. Medía un metro y medio de largo y su color amarillo ocre, se difuminaba con el negro y gris de las otras rayas de su cuerpo. Era hermosa. De bellos e intensos ojos amarillos.
Un buen día, el joven regresó a casa más temprano de lo habitual. Venía con el rostro encendido y una novedosa felicidad. Limpió y ordenó toda la casa. Se puso su mejor ropa y esperó. Al cabo de unas horas apareció en la puerta una dama de una edad similar a la de él. La serpiente observaba atenta por la ventana. El joven recibió a su invitada con un beso y le pidió amablemente que ingresara. Una vez en la casa, grande fue la decepción del muchacho al ver cómo su novia, gritaba despavorida al ver a la serpiente con la cabeza alzada frente a ella observándola con desconfianza. Sin saber qué hacer, el joven tomó a la serpiente y le dejó encerrada en su cuarto por el resto de la velada. La serpiente esperó, con hambre, con calor, y finalmente cuando el joven regresó triunfante, salió presurosa por la ventana a buscar alimento.
Un par de meses pasaron en los que la situación se repitió de manera muy similar. La novia del joven no gustaba de las serpientes y no podían estar juntas en la misma habitación.
Y llegó el momento en que el joven debía tomar las decisiones más importantes de su vida. Estaba enamorado y deseaba casarse. Fervorosamente se lo pidió a su novia, quien frunciendo las cejas en tono de mando decretó: "Sólo me casaré contigo, si sacas a ese bicho asqueroso de tu casa".
El joven estaba triste, muy triste y en un acto de amor, creyendo hacer lo correcto, tomó a la serpiente y la llevó a un bosque mucho más lejano que el del pueblo, dejándola abandonada allí y regresando rápidamente en vehículo a su casa.
La boda se llevó a cabo sin problemas y durante los meses siguientes, todo fue felicidad para los novios. Todo, excepto que el hombre, amante de la naturaleza, extrañaba horriblemente a su serpiente.
Un año pasó y luego de convencer a su esposa de que nada malo podía suceder, se encaminó a los bosques en busca de su amiga salvaje.
Sabía que podía encontrarla. Comenzó a silbar, como siempre hacía para llamarla. Nada sucedía.
Cuando ya estuvo cansado de tanto andar y dio la media vuelta para regresar a casa, descubrió que detrás de él, estuvo la serpiente, todo el tiempo, observándolo en silencio. Sus ojos amarillos brillaban, perlescentes. El hombre corrió y la tomó en sus brazos. La alzó en el aire y le habló con su máxima ternura. Ella lo observaba hipnotizada, como antes, como siempre. El hombre estaba feliz.
La serpiente se abrazó a él y cerró sus ojitos en señal de amistad y afecto.
El hombre depositó su canasto en el suelo y la puso dentro. Ella se alzó con la cabeza muy rígida y antes de que el hombre pudiese hacer nada, comenzó a silbar agudamente, con fuerza...chillaba de manera extraña como el hombre nunca le había oído hacer.
Y entonces sucedió.
El pasto empezó a sisear y decenas de Philodryas Chamissonis salieron de todas partes. Decenas.
En cuestión de segundos el hombre estaba completamente cubierto de serpientes que le mordían rabiosamente y le apretaban con fuerza. La suya, sin embargo, seguía erguida dentro del cesto, mirando atentamente.
Días más tarde cuando encontraron el cadáver del joven entre los pastos, nadie podía comprender cómo había sido posible que muriese de esa forma.
La Philodryas Chamissonis posee un veneno poco poderoso, que se concentra sólo en el área mordida. Un ataque a un ser humano por parte de varias, era algo nunca antes visto. Y por esa misma razón, en un par de meses, nadie volvió a comentar nada.

Mi bisabuelo concluyó su historia diciéndole a mi abuela, entonces niña: "La naturaleza no perdona hija. No puede ser de otra forma. La naturaleza no permite que se le pase a llevar, ni siquiera con los pies en un canal. O la respetas o la respetas".