sábado, 25 de noviembre de 2017

Cambios.


Y los cambios llegan para quedarse.
De pronto, no lo percibes y estás inmerso en una vorágine de ideas, plazos, metas, personas que requieren de tu atención más todos tus yo internos clamando por un poco de aire, porque cuando se viene la ola mutante, no tienes tiempo para esos yo internos y te lo pasas haciéndolos callar y apaciguándolos con "agüita perra" (de limón para mí, por favor).

Las personas optimistas solemos pensar que todo es temporal, especialmente lo que no nos gusta, no obstante, tratamos de animar al resto a ver si algo de ello nos salpica un poco. Como cuando riegas el jardín en un día de calor e intentas que el agua te llegue disimuladamente.

El amplio espectro de ideas de una persona como yo, no facilita las cosas. Trato de proyectar, pero mi proyector está averiado ya que algunas piezas han sido prestadas a mis seres queridos, o sea, no puedo poner alfileres de plan sobre una hoja ocupada y/o con trozos faltantes. Todo parece disiparse muy rápido. La gente parece no entender que sin equipo no hay progreso, hay desgaste: y que el desgaste genera agotamiento y malas decisiones.
El tiempo pasa a velocidad de taco carretero y en ocasiones parece detenerse por completo.
Los altibajos del día a día más ese sabor a incertidumbre se mezclan con la sonora vitalidad de las pequeñas alegrías cotidianas.
Ahí vamos otra vez, a cambiar nuevamente.
Y ahí vamos otra vez...resistiendo, aunque sólo sea un asunto temporal de tiempo incierto.



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